Píldora Procelosa 1: El desk-top

En esta píldora os voy a contar el origen de la palabra desktop como ordenador de escrotorio, digo escritorio. Fijaos en la siguiente publicidad de Apple:

¿Lo veis? La palabra desk-top computer, es decir ordenadores para encima del desk, que en inglés quiere decir… ¡escritorio! Es decir, el ordenador para encima del escritorio, un desk-top desktop computer. 

El origen de la foto es este, pero yo lo le visto en el The Computer de Tashchen.

Píldora Procelosa 0: Presentación

Inicio una nueva sección llamada Píldoras Procelosas, que irán nombradas y numeradas en el título, y acompañadas de su tag correspondiente.

¿Y qué es una cosa de estas? Pues muy sencillo, una entrada cortita (como mi mente) en el blog, una entrada en la que trataré un tema de forma somera, frente a las otras entradas más largas y, ejem, supuestamente razonadas.

Y no os preocupéis, que tengo ya unas cuantas en la recámara.

Taschen, Taschen (I)

Resulta curioso esto de los libros de lujo, y todavía más que yo, con más de 50 años, los descubra ahora. Siempre pensé que los Taschen eran para los pijos, lo que viene a significar, tenerlos en una estantería cogiendo polvo —si no tienes chacha, claro—, enseñarlos en las Grandes Ocasiones (TM), comentando la pasta que valen y lo difíciles que son de conseguir.

Pues no, ni valen una pasta —no todos, claro—, ni son difíciles de conseguir, y de hecho, en la propia web de la editorial, a partir de una cantidad, el envío es gratis. Por lo que veo, hay tres tamaños (hay más, pero para entendernos os los resumo así no más):

  • Pequeño. Es decir, un tamaño algo más grande que un libro de tapa dura o novedad de cualquier otra editorial.
  • Mediano. Algo así como un iPad de 12.9.
  • Grande y gigante, que no se llevan mucha diferencia pero que tienes que leerlos sobre una mesa sí o sí, o también, y no esperes que un atril los aguante en la posición de lectura.

Vale. Es una descripción muy cutre, pero yo los veo así. En la web de Taschen tienes los tamaños de cada libro en su descripción, así como el número de páginas, etcétera. 

Realmente no me interesa contaros eso, ya que podéis verlo vosotros mismos con vuestro propios ojos si os tomáis la molestia de ir a mirar. ¡Joder, que vayas y mires! Pero luego vuelve, que te cuento cosas interesantes que lo mismo ya sabes… o no. Hazte cuenta que estas son mis impresiones personales.

Seguimos.

Nunca tuve oportunidad, o más bien ganas, de mirar alguno de esos libros con detalle. Si alguna vez me acerqué a una casa que los tuviera, el mero hecho de mirarlos ya generaba la frase de son muy caros y no se tocan o similar, como si yo fuera un cualquiera con los dedos llenos de mermelada. En fin, que si alguno vi abierto, fue a distancia y sin posibilidad de acercarme lo más mínimo. Bueno, en alguna ocasión se sacaban del estante, y el dueño o dueña iban pasando las páginas de forma reverencial, no permitiendo que nadie más los tocara, y lejos de las miradas de los niños pringosos. 

¿Y que es lo que yo veía a distancia? Pues fotos de pinturas, fotos de fotos, digo, de coches, casas, personas, temas que, para ser sincero, ni me van ni me vienen, así que nunca se me ocurrió ir a echarles un vistazo de verdad. Conseguir derecho de pernada y exigir que dejaran uno en mis manos, con la firme promesa de que ni iba a ensuciarlo, ni escribir sobre él y mucho menos romper las páginas. Como si tuviera valor para hacer algo así.

Así que los libros Taschen quedaron como un animal mitológico subsconsciente desde mi tierna niñez, pasando por mi adolescencia, juventud y casi diría que madurez. Algo fuera de mi alcance. Y de hecho nunca me llamaron la atención, como si supiera de antemano que no valían la pena.

Pero entonces llega la navidad del 2022, el primer año post pandemia (qué chulas quedan esas palabras), y fui invitado a casa de mi jefe a pasar una velada y a hablar sobre el sentido de la vida, la insoportable levedad del ser y cosas de esas. A ver, que no se trató de una invitación extraordinaria, sino que después del pandémicus interruptus, la cosa volvía a sus cauces normales, que incluían alguna que otra visita confraternizadora al que es ya mi jefe durante casi ocho años. Jefe y amigo, cosa que muy pocos empleados pueden decir.

Y allí estaba el Taschen. Además, de los XXL, los más grandes… de fotos de culturas, caras, personas, hábitos, vestidos, … cosa que como ya he dicho me interesaban entre cero y nada. Pero a mi señora esposa, que llamaremos Zeta, sí que le gustan esas cosas, así que se tiró toda la velada pasando páginas y comentando con la mujer de mi jefe y otra visita femenina. Mientras, los hombres hablábamos de tetas, culos y ligues. O de fútbol. Ah, no, calla, no, que existen otros temas. Lo digo para la fauna masculina que pueda estar leyendo esto, aunque de hecho si ya me estás leyendo, no hace falta que te lo diga. Nosotros hablamos… pues ya no recuerdo, pero desde luego que de eso no.

Durante la velada, mis ojos iban y venían del Taschen, por supuesto muy caro y muy difícil de encontrar, aunque en este caso ambas cosas podrían haber sido verdad, pues cuando volvíamos a casa apoyándonos en las farolas y cantándole a los patopollos nanas de amor, Zeta y yo comentamos que no eran tan caros. Al día siguiente miré de refilón en Amazon y no eran tan caros, pero el que ellos hojeaban y ojeaban no aparecía a la venta, que era el portafolio de algún fotógrafo de encumbrado nombre y mayor maestría.

No le dimos más importancia y seguimos con lo nuestro, pero resulta que aquello se me quedó grabado en el subconsciente. Y llegamos al día de hoy. Bueno, una semana o así antes de escribir esto. No sé dónde, pero veo la publicidad online de un Taschen con el título de The Computer. Ah, amigo, esto sí que me gusta. Lo mismo Taschen que tiene libros que me interesen. Hago click y… ¡50 euros! A ver, 50 euros un libro de 500 páginas tamaño sábana.

La función de onda colapsó, más cuando entro a Amazon Holanda y estába por treinta y muchos, puesto en mi casa porque yo lo valgo, digo porque soy Prime. Dicho y hecho. Paso por caja. Pasan dos días y llega el libraco.

El libro llegó bastante maltrecho, los cantos como chafados, pero no solo las esquinas, sino todo el libro, incluso la caja estaba rota ya que el sabio de Sión que lo empacó no puso relleno. Iba a protestar y que me enviaran uno en mejores condiciones, pero cometí el error de abrirlo.

Hagamos un intermedio. Os describo un libro de Taschen, hasta los de formato pequeño: tapa dura, a veces incluso en tela. Lomo cosido en cuadernillos, nada de pegado sin más, encuadernación súper robusta, papel de la mejor calidad y una impresión que tira para atrás, a todo color y sin imperfecciones. De hecho, uno de ellos dedicado a Escher, tiene las páginas que son cartulinas, pero ya llegaremos a ello.

Decía que abro el libro y me llevo otra sorpresa. Yo pensaba que no eran libros de leer. Yo pensaba (la de muertos que hay por el yo pensaba, yo creía) que eran libros de fotos sin más, con una introducción de mierda de dos páginas, y luego fotos con algún pie escrito a desgana para dar contexto de cualquier manera a la imagen.

Pues no, son libros para leer y disfrutar cual gorrino en alberca. Si a lo del párrafo anterior añadimos la calidad de la impresión y su robustez, valen, y no poco, la pena. 

Tanto que después de echarle un ojo al de The Computer me entraron infinitas ganas de ver lo que tienen debajo de la falda, digo ver su catálogo. Busco la web (ya la tenéis enlazada más arriba), y me pongo a mirar.

¿¡Pero qué he hecho, pecador!? En la portada, un libro con atril del Arnold Chuarcheneguer, 2.500 euros. ¡Ja! Ni con un palo. Mal empieza la cosa. Ya me parecía a mi. Hago escroll de la página y uno sobre tatuajes, otro sobre los Rolling Stones, otro sobre Andy Warhol… Estaba a punto de cerrar la web cuando veo uno con el título de The Fantastic Worlds of Frank Frazetta

¡Ay mi madre! Ese sí que sí. Click en Todos los títulos. Después de haberme recorrido las once páginas, a bastantes libros por cada una de ellas, haberme echado unas risas por uno sobre tetas, otro sobre culos, y otros sobre temas similares, y sobre todo haber visto los precios, mi cesta de la compra tenía 6 de ellos. Doscientos diez euros por seis libros Taschen. 

Me quedaron algunos con la duda de añadirlos o no, entre ellos el que cito arriba sobre Franzetta, que todavía no había salido a la venta y eran ciento cincuenta euros más (sí, a veces son caros, pero más sobre esto luego). Reviso, compro y pago, con el gusanillo de que es mucha pasta, y como lleguen estropeados por el transporte…

Otro inciso. Precios. No son caros. Os resumo los precios: los de tamaño pequeño y medio rondan entre veinte y treinta euros, tengan doscientas páginas o setecientas. Los XL, entre cincuenta y sesenta. Piénsalo fríamente: estamos ante libros de una calidad insuperable, fotografías y grabados a todo color, tapa dura, cosidos… 

No, no son caros.

Ni siquiera los XXL, que rondan los ciento cincuenta euros si no son ediciones especiales o numeradas, en los cuales el precio se incrementa hasta más allá de las puertas de Tanhaüsser.

¿Qué queréis que os diga? Comparadlos con una novelucha de mierda, entre veinte y treinta euros, tamaño un poco superior al A5, solo letras, tapa blanda y lomo pegado, sin contar la mierdosa calidad del papel.

Alguien nos engaña.

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La semana que viene os cuento cómo llegaron y cómo conseguí el Franzetta más barato (y nuevo).